La mayoría de los hogares en los ‘slums’ de la India no tiene suministro directo de agua y sus habitantes dependen de boquillas públicas ubicadas, por lo general, junto a las carreteras o vías férreas.
En Oasis de Villa, 10 km al sur de Lima, centenares de amas de casa esperan la llegada del agua como si fuera el maná. A veces llega en carrotanques, pero a menudo son comerciantes informales quienes traen el líquido que, aunque costoso, suele contener gusanos, larvas de mosquito y hasta restos de materia fecal.
En Kenia, una mujer lleva sobre su cabeza una pimpina amarilla con la que espera satisfacer las necesidades de cocina y aseo de su hogar. Tuvo que esperar cuatro horas en una fila bajo el sol, para poder llenarla, porque forma parte del 70 por ciento de la población del Ãfrica subsahariana que no tiene acceso regular al agua potable.
En Ahmadabad (India), los recipientes plásticos se amontonan por docenas junto a los tubos de distribución. Cientos de personas acuden a llenarlos y tienen que disputarse las ajadas mangueras que salen de un bloque de cemento.
Escenas como estas se repiten en los cinco continentes. Hoy se celebra el Día Mundial del Agua, pero hay poco que festejar. La propuesta de varios países latinoamericanos, España y Suiza de declarar el acceso al agua como un derecho humano fracasó ayer en el Foro Mundial del Agua (FMA), que se lleva a cabo en Estambul, ante la falta de consenso.
«El agua cuesta dinero, por eso no se ha declarado derecho humano, ya que (esta declaración) podría crear problemas», explicó con decepción Hasan Sarikaya, del Ministerio de Medio Ambiente de Turquía.
Precisamente para protestar por la ‘mercantilización’ del agua, defensores de los derechos humanos, ambientalistas, sindicalistas y activistas llegaron a Estambul, en donde inauguraron un ‘antiforo’.
«La degradación de ciudadanos a clientes es un desastre, sobre todo para los más pobres, porque los excluye», declaró el economista español Pedro Arrojo. Más alarmista, el escritor británico Jonathan Neale, militante de la lucha contra el calentamiento climático, describió una visión apocalíptica del porvenir.
«Cuando se produce un cambio climático masivo y que el agua es organizada de semejante manera, las consecuencias son la hambruna y la guerra. Vivíamos en los tiempos de la guerra del petróleo, ahora vamos a vivir las guerras del agua», predijo el activista.