El mayor reto para el desarrollo a gran escala de la tecnología solar de alta concentración (termosolar), en la que Andalucía es líder mundial, es el agua. Estas plantas concentran la radiación del sol, mediante diferentes tecnologías, sobre un punto o un tubo que transporta un fluido y generan así vapor que mueve una turbina convencional que produce electricidad. La primera planta comercial del mundo es la de Abengoa en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
En ese proceso de concentración se alcanzan temperaturas de hasta 400 grados, por lo que la disponibilidad de agua para refrigeración es un elemento crítico. Además, estas centrales se ubican en zonas con alta radiación y, por tanto, muy secas, como buena parte de Andalucía.
Las plantas, para empezar a construirse, necesitan superar tres trámites: ante la Administración, ante Red Eléctrica para volcar la electricidad a la red, y ante la autoridad que gestiona el agua. En el caso andaluz, es clave el papel de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), ya que en la zona de influencia del río hay 30 proyectos.
Una planta termosolar estándar de 50 Mw consume 1 hectómetro cúbico de agua (mil millones de litros) al año. En la cuenca del Guadalquivir existen alrededor de 4.000 Mw termosolares en construcción o promoción, según fuentes del sector, que absorberían un máximo de 80 hectómetros cúbicos. Y el volumen de agua adjudicada para regadío en la cuenca es de 2.234 hectómetros, volumen que nunca se usa al 100%.
Hasta el momento, el desarrollo de los proyectos se había topado con el cierre a cal y canto de la cuenca, que suspendió hace más de una década otorgar nuevas concesiones de agua, debido a la incapacidad de la confederación para atender a todas las peticiones. Algunos de ellos, no obstante, habían salido adelante mediante acuerdos privados entre los dueños de los terrenos, que ya poseían concesiones, y los promotores. …